Siempre recordaré el día que mi amigo José llegó a la oficina desesperado porque su hermano llevaba una semana desaparecido. Para ese momento, nadie en esa oficina de prensa sabía que yo era tarotista o bruja. Yo era una especie de Clark Kent, que ejercía la identidad de redactora de prensa en el día, y que en mi vida privada practicaba la Magia y el Tarot.
Sin entender muy bien lo que sucedía, tomé a mi amigo, y lo llevé hacia las escaleras de emergencia, a fumarnos un cigarro, que quizás lo calmaría, mientras me explicaba qué era lo que pasaba. Y sí, me explicó que su hermano estaba desaparecido, y que lo último que sabía era que lo habían detenido unos policías, a la salida de un bar.
Yo lo escuché con atención, fumando, y mientras él me hablaba, una verdad me recorrió la columna vertebral como un rayo, y en ese momento supe algo, que no sabía cómo decírselo. Con mucho tacto, para que no pareciera una locura, sino una conclusión, le dije:
– Si pasó eso, y es esa fuerza policial, lo más probable es que tu hermano ya no esté en este plano, y que su cuerpo esté en esa fosa común que usa esa policía en el cementerio, que queda al Sur de la ciudad.
José me miró como si volviera de una pesadilla, para entrar a una peor. Me preguntó que por qué concluía eso, y traté de defender mi visión metiendo datos políticos, históricos y periodísticos, que manejaba por nuestro trabajo. Y aunque era sólida mi defensa, creo que él no quedó muy convencido del sitio del que yo sacaba esa conclusión.

El tiempo pasó, y la investigación de José siguió avanzando. Recuerdo una vez que estaba en mi casa, llorando porque había llegado a un callejón sin salida en su búsqueda. Me atreví a confesarle que yo leía Tarot, que había tenido otros casos como el suyo, y que si me permitía, le ayudaría con las cartas.
José -que es súper intelectual y escéptico- dudó de mi oferta, pero accedió. Imagino que pensó qué no podía perder nada. Comenzó entonces la lectura, ante mi amigo, que no entendía cómo me había transformado de redactora a tarotista, como “por arte de magia”.
Recuerdo que en las cartas vimos juntos que su hermano, efectivamente, ya no estaba en este plano. Que la misma noche en la cual fue detenido, falleció en manos de quiénes lo detuvieron. Vimos que el cuerpo estaba enterrado, que lo tenía la Ley. Y vimos que él, José, ya había estado en el sitio, donde estaba la información de la tumba de su hermano, pero que no se la habían mostrado, y que pasaría un año para que él pudiera ver en ese mismo sitio, lo que le habían negado.
Mi amigo quedó peor, se le corría un año lo que él necesitaba que fuese ya, inmediato. Él, por su puesto no se detuvo, siguió buscando, preguntando, encontrando de todo, menos a su hermano. Pasado casi un año, José, un amiga y yo estábamos de nuevo en mi casa, cuando José recibió una extraña llamada telefónica, a su celular personal.
Era un Capo muy poderoso al que los mismos funcionarios que le habían hecho esto al hermano de Jose, le habían también quitado la vida y desaparecido a su hermano. Este hombre al margen de la Ley, había movido también sus fichas, y se había enterado de que José, quien era periodista, andaba en lo mismo. Tal vez pensó que José, con los medios de comunicación de su lado, tendría más oportunidad de destapar el escándalo, y así poder encontrarlos. No sabemos por qué, pero quería la ayuda de José.
Sorprendentemente, este hombre -quizás con sus propios medios y métodos- había logrado que uno de los implicados colaborara. El implicado que estaba dispuesto a hablar había estado en ambos sucesos, y sabía la ubicación de ambos cuerpos, pero no podía ir al sitio a decirnos, pedía que alguien fuera, que grabara un vídeo, y con el vídeo, él hablaría, y señalaría la ubicación. Mi amigo dijo, listo, yo voy ya mismo, y colgó. José me miró, y me dijo:
Parece que tenías razón, que todo este año mi hermano ha estado en la fosa común que tiene la policía al Sur de la ciudad. Tal como me dijiste en las escaleras. Voy ya mismo para allá, a hacer el vídeo, para que me digan dónde está específicamente el cuerpo.
Mi amiga y yo lo detuvimos, y no lo dejamos salir. Sabíamos que era un sitio peligroso, vigilado por mafias, y que si él iba lo iban a matar también. Y que podía ser una trampa. Como todos teníamos carnet de periodistas, y se acercaba una fecha histórica en la que esas fosas son las protagonistas, convencimos a José a esperar unos días, y organizar una pauta periodística en el lugar, fingiendo que estábamos haciendo un documental.
Como tarotista profesional, uno sabe que no debe involucrase en la vida de los consultantes. Es decir, uno solo debe consultarles, mostrarles las opciones, y que ellos tomen la decisión que quieran, sin que uno sufra porque volvieron con el ex tóxico, o renunciaron a un empleo cuando no debía. En fin, a saber que esas son sus vidas, sus decisiones y que uno solo es un canal de información. Pero no siempre puede ser así. Al menos, no fue así esa vez
Había pasado no más de seis días, y ahí estábamos los tres, mi amiga, otro amigo que era camarógrafo y yo, buscando al “enterrador” del cementerio, quien accedió a llevarnos a ese sitio, luego de leer la solicitud formal que logramos que nos diera el medio para el que trabajábamos. Subimos la montaña, y nos bajamos en esa gran fosa, a hacer los planos que José nos pedía, a solicitud del implicado, quien se comunicaba con mi amigo a lo largo de una cadena de informantes.

¿Que si teníamos miedo? Claro. Ese lugar es de miedo. Además sabíamos por ejemplo que el Capo que había llamado a José para que juntos encontraran a sus respectivos hermanos había mandado gente a cuidarnos desde las montañas. Lo comprobamos cuando recibimos el mensaje: “ya las vieron, carro blanco, dos mujeres y hombre, de camisa negra los tres”. Éramos nosotros. Nos estaba viendo alguien que nosotros no podíamos ver. ¿Cuántos ojos más nos veían o nos apuntaban sin nosotros saberlo?
Grabamos lo que debíamos grabar. Nos fuimos con la información. El implicado señaló. Se movió la Fiscalía, y ahí, después de un año, la policía encontró el ingreso de ambos cuerpos a la morgue, donde fueron registrados como S/N y enterrados sin identidad en esas fosas comunes, en el Sur de la ciudad.
Obvio que José había estado ahí, en esa oficina de la morgue, fue uno de los primeros sitios a donde fue, una año atrás, cuando inició la búsqueda. Y aunque él había solicitado la información, se la habían negado, para cubrir a los implicados. Un año después -como habían dicho las cartas- le mostraban ese papel, donde estaba un número de tumba de esa fosa común, que coincidía con lo que decía el implicado. A los días exhumaron dos cuerpos, enterrados la misma semana, un año atrás.
No pasó mucho tiempo para comprobar la identidad de ambos. Mi amigo había encontrado a su hermano, en esa fosa común, al Sur. Después de un año, la información que le había sido negada, le era mostrada. Tal como habían dicho esa visión y las cartas.
Mi amigo logró devolverle a su mamá el hijo que se le había perdido. Luego del entierro, ahora en una tumba con nombre y plenamente en posesión de sus familiares, mi amigo se fue de ese país. Yo le seguí los pasos a los 3 años. Ya ninguno -ni él, ni yo, ni los otros dos amigos del vídeo ni el resto de su familia estamos ahí- pero nos une una hermandad eterna.
Uno no siempre logra no involucrarse en las lecturas. Y menos logra tener la Magia al margen. Es algo que ya no intento, y en lo que siempre fracasé las veces que lo intenté: la información te llega, y debes decirla, aunque no la entiendas. Ayudar, guiar y estar ahí: esos son mis lemas ahora como Tarotista, aunque sigo intentando casi siempre con éxito no involucrarme.